22 marzo 2005

Anoche cayó la primera heladita

Así que, temprano, fui a echar agua caliente a los vidrios del auto y a calentarlo un poquito.
De todos modos llegué tarde al Colegio de los chicos. Nunca bajo a la formación, pero hoy tenía que dejar la ficha médica de Santiago, que está en primer grado. Todavía no había rezado a la mañana, pero Dios siempre me ataja. Bajé a la formación. Los alumnos en silencio escuchaban las palabras de la catequista sobre Semana Santa. Después, un Avemaría, Bendita sea tu pureza, Nuestra Señora de los Dolores, ruega por nosotros; Santo Tomás de Aquino, ruega por nosotros, En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. Canto a la Bandera y a Clase. (¿Dios es capaz de mandarme nuevamente a la Primaria para que rece?).
Me vino a la mente el poema que rescata
ens “salvo mi corazón, todo está bien.”

Después recordé este poema de Fray Damián de la Vega (Siglo XVI) que, aunque es de Navidad, no puedo sacármelo de la cabeza en Cuaresma:

Nace en carne por tener
En qué poder padecer
Por el hombre que ama tanto.

Es condición ciertamente
Propia del enamorado,
Padecer por el amado
Trabajos ganosamente.

Por esto pues Cristo santo
Nace en carne por tener
En qué poder padecer
Por el hombre que ama tanto.

Nace en carne el Redentor
Pasible porque sin falta
La prueba de amor más alta
Es padecer por amor.

Y porque se entienda cuánto
Nos ha venido a querer,
Nace para padecer
Por el hombre que ama tanto.


Ahora, ya entrada la mañana le corrijo a ens el poema (que no se entere):
“y también mi corazón. Todo está bien”