12 junio 2006

Otro Cristo


Recién llego de Misa. No fui a mi Parroquia, (única del Pueblo), sino a la de un Pueblo cercano. Unos 40 km de casa.
Estaba rezando después de confesarme, antes de Misa. En eso, siento que me tocan el hombro. No fue un golpecito, de esos que te dan quienes no te conocen, para llamar tu atención. Fue una mano amigable de las que te toman el hombro y lo frotan. La mano de un amigo.
Me sorprendió. ¿Quién podía saludarme de ese modo en un lugar donde nadie me conoce? Mientras intentaba responderme esta pregunta giré la cabeza y me encontré con un muchacho de unos treinta años con síndrome de Down que me sonreía y me saludaba.
Otro Cristo, pensé yo. Otro de tantos Cristos que andan por el mundo, vestidos de pobre, de enfermo, de abandonado.
Me vino una sonrisa a la cara que me duró toda la Misa.
Pero éste era diferente. Siempre fueron los que piden y los que sufren, los que motivaron en mí esta reflexión. Este Cristo no sufría ni pedía nada. Simplemente me saludaba afectuosamente y me sonreía. Me recibía en su Casa.
Se sentó en el primer banco y no llamó más mi atención hasta el saludo de la Paz. Ahí se levantó y saludó a todo el mundo. Hubo que esperarlo a que terminara. El Sacerdote también esperó pacientemente hasta que el joven volvió a su lugar.
Así que, amigos míos, hoy estuve en Misa con Cristo.
Si, ya sé, no me digan nada. Ustedes también. De acuerdo. No lo niego.
Pasa que animalitos como yo necesitan tratamiento especial. Y parece que Dios está aplicando conmigo la última tecnología en tratamiento del alma. No duele y me hace sonreír.
A partir de ahora voy a mirar con más detenimiento a los que me rodean. Quizás la mía pueda ser la próxima mano que tome un hombro inadvertido. Quizás pueda trasmitir la misma confianza en el único pobre que enriquece, el único enfermo que cura y el único abandonado que acompaña.

30 mayo 2006

De nuevo estoy de vuelta

Aquí andamos. Llegando de viaje. Otra vez en el pago.
En mi paso por Buenos Aires conocí a Juan (de Aquí Estamos), a Mariana (de Finitud) y a Francisco (de Juan y Mariana).
Digan lo que quieran los amantes de la realidad virtual. Se puede leer un blog durante un año pero resulta más enriquecedor compartir un café durante una hora.
Al menos acéptenme que no alcanza con leer el blog. También es necesario verse, hablarse y abrazarse.
Mariana y Juan, gracias por compartir ese instante de familiaridad.

12 mayo 2006

Primero y último s/ Código Da Vinci



A raiz de las conversaciones y disputas que estoy teniendo estos días sobre el libro y la película, se me ha ocurrido agradecer a Dios, también por el lado humorístico que tiene el asunto.
Nunca creí que dar testimonio de la Verdad, pudiera resultarme tan divertido.

28 abril 2006

Prueba de Historia

Mail enviado por un Profesor de Historia a otro Profesor:
..te transcribo parte de una evaluación de Historia que tomé en primer año del turno noche.
Pregunta: "Nombra los períodos o edades en que se divide la Historia."
Respuesta: "Edad de Piedra; Edad Contemporánea; Edad Moderna; Era del Hielo 1; Era del Hielo 2."

Me parece que vamos derechito a la Era del Hielo 3.
Y ahí parece que sí, va a hacer frío en serio...

11 abril 2006

El silencio

Me quedé enganchado con el tema del silencio que trajo, hace algunas semanas Juan Ignacio. Hay un tema de catequesis en el silencio. Pero tendríamos que distinguir entre dos tipos de silencio.
Está el exterior, el que obtengo cuando apago la radio o me alejo de la ciudad o me encierro en mi cuarto. Pero éste no es ni el único ni el más importante. Hay otro silencio. El silencio del alma.
El ruido interior, ese que no me deja rezar, ese que me tiene embotado y afecta mis capacidades, me distrae mucho más que el ruido exterior.
Ciertamente que el silencio exterior es, en algunos casos, predisponente del interior pero nunca es su causante ni su determinante. Y hasta puede ser desfavorable, tratándose de un alma no acostumbrada. Por ejemplo, si me meten en la celda del monasterio de algún monje contemplativo, sin haber hecho el ejercicio de acallar los ruidos interiores, ¿cuánto tardaré en enloquecer?
Creo que se puede estar en contemplación, aunque sea difícil, en medio del ruido exterior; pero es imposible lograr un cierto recogimiento sin poner silencio a la multitud de pensamientos que me brotan de adentro. Si mi alma está sorda a causa de mis pasiones, Dios podrá gritar todo lo que quiera, que no lo escucharé.
Pero tiene razón Juan Ignacio, porque es cierto que ni en Misa se callan un poco. Y el tema es que muchas almas hacemos un gran esfuerzo para lograr un mínimo de silencio interior. Y este endeble y breve estado, corre el riesgo de desbaratarse con canciones inapropiadas y avisos inoportunos. Ni qué decir de los dieciocho besos que te plantan y de las treinta y seis manos que te abrazan.
Bueno... me fui de tema.
Ahora tengo que preparar la guía para la Adoración del Jueves Santo. Espero que la Prudencia me dicte cuánto de ruido y cuánto de silencio exterior es aconsejable para esta Comunidad.

03 abril 2006

Confesión

Se va otra Cuaresma.
Y se va como otras Cuaresmas.
No termino de purificar mi corazón.
Y si no puedo purificar el corazón, no puedo perdonar.
Y si no perdono, no me salvo.
A esta distancia recorrida de mi vida espiritual, el pecado debería aparecer (siempre aparece) como algo que, una vez producido, me lleve rápidamente a buscar el perdón.
¿Acaso no conozco la Gracia de Dios?
¿Cómo? ¿Qué si hablo de los deberes para con Dios, para con el prójimo y para conmigo? Sí. ¿De la falta de Oración? Sí. ¿De la frialdad en el trato con Dios y no dejarlo entrar a mi alma? Sí. ¿De falta de Esperanza y de no transmitir a los demás la seguridad de la Victoria de Nuestro Señor? Sí. ¿De falta de actos de amor concretos con los que me acompañan, los que me quieren, los que me necesitan y los que no me acompañan y no me quieren? Sí. ¿De faltas contra la pureza y debilidad en librar las ataduras materiales? Sí.
¿Qué si hablo de la Pereza y la Soberbia? También.
¿De haber dicho: “...me propongo firmemente no pecar más...” sin poner la debida confianza en la Gracia de Dios? Sí.
¿De no haber sido diligente en el cumplimiento de la Santa Penitencia? Sí.
¿Agravantes? Hay personas que dependen de mí. Hay almas que esperan mi testimonio.
¿Atenuantes? Ninguno.

Se va otra Cuaresma y quiero purificar mi corazón.

15 marzo 2006

Dame Dios mío lo que te queda

Dame Dios mío lo que te queda,
dame lo que nadie te pide.
No te pido el reposo, ni la tranquilidad.
Ni la del alma, ni la del cuerpo.
No te pido la riqueza, ni el éxito, ni la salud.
Tantos te piden eso Dios mío,
que ya no debes tenerlo.
Dame Dios Mío lo que te queda.
Dame lo que otros no quieren.
Quiero la inseguridad y la inquietud.
Quiero la tormenta y la lucha.
Dámelo, Dios mío, definitivamente.
Que yo esté seguro de tenerlo siempre,
porque no siempre tendré el coraje de pedírtelo.
Dame Dios Mío lo que te queda.
Dame lo que otros no quieren.
Pero dame también el coraje, la fuerza y la fe.
Solía rezarla en mi juventud. Hay otras versiones, pero no se ajustan a la que me viene a la mente.
Solía rezarla en mi juventud. La recuerdo como la Oración de un paracaidista francés.
Solía rezarla en mi juventud. Ahora no me animo.


21 febrero 2006

Militar la vida

MILITAR LA VIDA.

Antes de emprender la marcha
llena tu memoria
con los santos, los héroes y los próceres.
Militar la vida es descubrir el sentido de los días
Es sentirse convocado.
Si te decides, carga tu alma con
plegarias y el rigor de tu credo convencido.
Para los días más oscuros
guarda la luz de la ternura
que encendieron tus padres en los primeros días.
Es necesario responder con el sí que compromete,
y avanzar al objetivo trazado desde arriba.
Iniciar la marcha con la absoluta conciencia de lo arduo
y llevar el corazón colmado de canciones.
Es caer y levantarse.
Marchar con el temor de los que conocen los peligros
y la confianza de los que creen en promesas.
Vencer el cansancio y el desánimo
con el anticipo imaginario del logro conseguido.
Superar los fracasos con nuevos desafíos,
y enterrar las derrotas sembrando la esperanza.
Hacer de las lágrimas
un rosario de consuelos.
Y en los días turbulentos refugiarte
en la inviolable interioridad de los que creen.
Piensa en los que amas, y por ellos
recupera el aliento en el combate.
Busca los ideales juveniles
y en ellos, encontraras la compañía de los que
iniciaron contigo la marcha en los inicios.
Piensa en los mas débiles,
que han puesto en tu combate
los últimos sueños en que creen.
Imagina que un día, un niño escuchara tu historia
e inspirado en ella comenzara a forjar la suya.
Evoca los días felices, las mañanas luminosas y las noches
cálidas de verano, la reunión familiar frente al fuego
el abrazo del amigo que regresa,
el primer beso y el mas puro sentimiento de tu primera novia,
y en el recuerdo serán refugio al desanimo.
Si vez que tu posición está rodeada,
recuerda a Cortez en la noche triste.
Si reniegas, Pedro arrepentido
te marcará el camino de regreso.
Si te acorralan imita a Pringles en Chancay.
A Falucho en el Callao.
A Cisneros que dijo “después de muerto hablamos”.
Si te expulsan repite con Mac Arthur “volveremos”.
Si no tienes armas acude a Giachino
que solo con Su vida conquisto la historia.
Si el aliento te abandona
el héroe de Maratón llegará en tu ayuda.
Si dubitas súmate a Cesar, y cruza el Rubicon.
Si todos se rinden recuerda al araucano
que no entrego su tierra
O a Cáceres en su solitaria lucha de guerrillas.
Si temes, Leónidas te dará las fuerzas.
Si no tienes fuerzas,
Guemes te cederá sus “infernales”
para pelear por una causa justa.
Si estas solo Onoda estará a tu lado.
Si piensan que estas loco, recuerda
que el espíritu del Quijote forjo un imperio.
Si estas perdido el clarín de la retreta convocara a los tuyos.
Y si tu cuerpo ya esta inmóvil
el Cid te dará la victoria
y cuando todos te olviden
legiones de soldados desconocidos se presentaran a tu llamado
Y mientras milites
ten la oración entre tus labios
reza, pide, ruega, implora y espera
cada santo te dará lo suyo
Tomas su sabiduría
Francisco su sencillez
Martín su humildad
Ignacio su espíritu aguerrido
Teresita su ternura
Domingo su elocuencia
Catalina su carácter
Carlos su paciencia
Pablo su fortaleza
Agustín su comprensión de los tiempos
Magdalena su esperanza
y cuando no sepas a quien pedir
pídele a todos los santos del cielo
y ellos vendrán en tu ayuda
Y si estás vencido, con Cristo, desafía a la misma muerte
Y cuando eso no baste y el cansancio te agobie
levanta tus ojos y encontrarás al Padre que espera tu regreso.
El siempre estará, y en el más triste momento tendrás su mirada
que es el anuncio de su abrazo, y el retorno al hogar con la misión cumplida.
Milita cánsate, atrévete
y a pesar de todos los pesares
podrás decir un día en el ocaso de tu vida
con el rostro cruzado por arrugas “no fue en vano”
e irradiarás la más hermosa sonrisa
de un anciano que no ha envejecido.
Tendrás entonces la eterna juventud
de los herederos del reino de Dios.
Por fin, militar la vida
es conservar el sentido de las cosas y expandir el reino,
de acuerdo al mandato dado.
Militar la vida es fundar la esperanza en el Señor que no defrauda
y mantener la fe en medio de lo efímero
con la absoluta convicción en la promesa.

Pedro José Giunta.
Pedro estuvo en enero en mi pueblito. Y en una charla que nos dio a unos amigos, leyó este poema y dijo que estaba inspirado en el blog.
Yo diría que está inspirado en la falta de posteo, y lo hizo para darme ánimo, para que continúe.
Giarcias Pedro por tu cariño. Y gracias a todos los que me han escrito para animarme.
Intentaré estar a la altura.

27 junio 2005

El sentido Divino del dolor Humano

Pasa que frecuentemente olvidamos el sentido del dolor. No porque no esté claro en la Escritura, o en los santos o en tantas realidades con las que nos encontramos. Esto pasa porque el dolor se ve y las razones del dolor no se ven.

No se ven con los ojos de la cara, pero sí se ven con los ojos de la Fe.

¿Claro, y el que no tiene Fe? Bueno, el que no tiene Fe, tiene tres posibilidades. Primero, conservar la sensibilidad hacia el dolor y deprimirse o entristecerse hasta la muerte. Segundo, anestesiar su sensibilidad y vivir alienado -al menos respecto del dolor ajeno- aunque tendrá que vérselas con su propio dolor de todos modos, con lo cual, probablemente termine como el primero. O tercero, pedir la Fe.

Ahí va un soneto de Francisco Luis Bernárdez que arrima el bochín al tema:

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido
Si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado

Si para ahora estar enamorado
fue menester haber estado herido
Tengo por bien sufrido lo sufrido
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado

Y aquí va un Sermón de San Juan Crisóstomo que da en el blanco:

"Únicamente los cristianos saben estimar las cosas en su justo valor. No tienen los mismos criterios para alegrarse ni para entristecerse que los demás hombres. A la vista de un atleta herido, llevando en la cabeza la corona de vencedor, aquel que nunca ha practicado ningún deporte considera sólo la herida que hace sufrir al hombre. No se imagina la felicidad que le procura su recompensa. Así sucede con la gente de la que hablamos. Saben que padecemos pruebas, pero ignoran por qué las soportamos. Sólo ven nuestros sufrimientos. Ven las luchas en las que estamos metidos y los peligros que nos acechan. Pero las recompensas y las coronas les quedan ocultas, al igual que la razón de nuestros combates. Lo afirma San Pablo: “Piensan que no tenemos nada, pero poseemos todo.” (2Cor 6,10)

En cuanto a nosotros, cuando padecemos a causa de Cristo, soportémoslo con valentía, más aún, con gozo. Si ayunamos, saltemos de gozo como si estuviéramos nadando en delicias. Si somos ultrajados, dancemos alegres como si nos colmaran de elogios. Si sufrimos daño, considerémoslo como una ganancia. Si damos limosna a los pobres, démonos cuenta de que somos nosotros los que recibimos... Sobre todo, acuérdate que combates por el Señor Jesucristo. Entonces entrarás de buen grado en la lucha y vivirás siempre lleno de alegría porque nada nos hace tan felices como tener una buena conciencia."

17 junio 2005

El replume de la gallina

Hojeando un viejo libro sobre gallinas ponedoras, leo que para saber si un animal es apto para un segundo año de postura, debe considerarse cuánto dura el replume.

Parece que las gallinas, al terminar el primer ciclo de postura, acercándose el verano, repluman y en este período no ponen huevos. Pero el granjero puede saber si el ave debe ser enviada para “hacer calditos” o si, por el contrario, debe ser alimentada durante el período en que no pone, confiando en un buen segundo ciclo de postura.

El asunto es así: si la gallina comienza a replumar temprano, va a hacer un replume largo y su segundo año de postura será malo. En cambio si repluma tarde –o sea, ya entrado el verano- su replume será corto y el siguiente ciclo será bueno.

Entonces se me ocurrió hacer un paralelismo entre la adolescencia y la gallina (por favor, no se les ocurra pensar que es por desprecio a esa tierna y vital edad humana (ni por desprecio a la gallina)). Es un paralelismo nomás.

Veo que los niños entran -o se les hace entrar- muy temprano en la adolescencia. Esto gracias a la TV y otros medios, que nos muestran niños agrandados, vistiendo ropa de adolescentes, oliendo perfumes de adolescentes y canchereando con niñas –los niños-, o con niños –las niñas- o...

También gracias a los padres piolas que se emboban por que sus hijos tengan la precocidad que ellos no tuvieron.

Pregunto yo: ¿no será que quien entra temprano en la adolescencia, sale de ella más bien tarde que temprano (o más bien nunca que tarde)?


Digo ¿no?. Porque estoy viendo desde hace muchos años, chicos que empiezan temprano y grandes que terminan tarde y se pasan la vida haciendo papelones con ropa, palabras y actitudes fuera de lugar.

Y en el medio tenemos “la eterna juventud” endiosada por todos.

Antes no existía la adolescencia o no duraba tanto. Las niñas y los niños pasaban a mujeres y hombres en un corto período. Y no estoy hablando de hace dos mil años, sino de hace cien.

Ahora, en el cenit de la civilización, descartamos embriones y viejos. Y apuramos a los niños para que entren al espacioso –y resbaladizo- corredor de la adolescencia. Para que traten de permanecer en él, lo más que puedan. ¿Antes de ser descartados?

Algún aficionado a la sociología quizá pueda explicar si esto tiene sentido.