25 febrero 2005

¿Dónde vivir?

Creo que éste es un interrogante de muchos porteños (y seguramente de muchas personas que viven en grandes ciudades). Porque dónde vivir no es cosa que se resuelva a las apuradas.

La mayoría de la gente vive donde nació o, al menos, donde lo dejan vivir. Pero otros, que tienen la posibilidad de elegir, migran, unos de la ciudad a la aldea o al campo; otros, de esos lugares, a la ciudad. Todos éstos, con largas argumentaciones a favor del destino elegido y en contra del de origen.

Yo mismo, que soy porteño y vivo desde hace dieciocho años en una aldea, me argumenté durante años para tomar la decisión de mudarme (al final me mudé por otras razones de índole personal), pero hoy no sé si esos argumentos son del todo válidos.

Es evidente que las grandes ciudades no tienen lo que hay aquí, en cuanto naturaleza creada y ritmo de vida, pero no vayan a creer que eso es todo lo importante.

Por ejemplo, he perdido la intimidad y el trato cotidiano con mis amigos. Ahora, cuando los visito, ocupo inevitablemente el lugar de un invitado especial y extraordinario. Tengo más ejemplos pero no lo quiero hacer largo, Aquí, por una cuestión de escala humana, no hay disputa cultural, grandes maestros, nivel educativo, etc.

No es que me queje. Esta tierra me recibió y permitió mi desarrollo y el de mi familia, pero tengo una cierta melancolía de mi origen y tristeza de mi desarraigo. Pregunto a quienes piensan como yo pensaba hace tiempo: ¿No será el momento de intentar rescatar el espacio cedido a toda la podredumbre y corrupción que infecta a la ciudad y dejar de confundirla con la ciudad misma?

Hoy prefiero pensar como Chesterton en “El Napoleón de Notting Hill”: “Notting Hill ... es una elevación o prominencia de la tierra en la cual los hombres han construido casas donde vivir, en las cuales han nacido, donde se han enamorado, donde han rezado, se han casado y han muerto. ... allí sentí el misterio de la vida. Los jardincitos donde hablamos de nuestros amores, las calles por las que caminamos hacia la muerte, ¿por qué tienen que ser vulgares?”

2 Comments:

Blogger Juan Ignacio dice:

He pensado muchas veces eso. Uno siempre sueña con aire puro, trato más humano y etcéteras. Pero los lazos son difíciles de romper y no hay porque romperlos: esos lazos que te atan a una comunidad en la cual naciste.

Así como con la ciudad me pasó con los lugares comunes de la ciudad.

De adolescente yo me rebelaba contra un futuro de "vulgar clase media": idas al supermercado, charlas de cola en el banco o cosas así. Todo empezó a cambiar cuando conocí a la que es hoy mi esposa.

"Nuestra" ida al supermercado, con comparación de precios y charlas de cola de la caja y cosas así de lo más vulgares, tiene otro valor.

Son "nuestras" (y de Otro) idas al supermercado, son nuestros hábitos comunes y disfrutamos mucho con cada uno de ellos. Porque son oportunidades de amor.

Con ella podemos caminar por una peatonal atestada de gente en una ciudad costera y disfrutar, cosa que de soltero en mis planes ideales jamás hubiera soñado.

Eso no hace que uno se conforme con lo vulgar. Uno apunta a buscar cosas de calidad y preocupaciones de importancia. Pero también disfruta con las sencillas, y esas las tienes tanto en la más ruidosa Bs. As. como en la más tranquila localidad del interior.

Quizás me fui por las ramas, quizás...

Saludos.

28 febrero, 2005 17:31  
Anonymous Anónimo dice:

Gracias
tu admiradora de siempre

24 junio, 2005 11:20  

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