La Verdad
La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Así sintetizaba Manuel Machado uno de los aspectos de la verdad: que tiene valor por sí misma, que no depende de la categoría de quién la diga. El ser (todo ser) “predica” la verdad sobre sí mismo y esto lo hace inteligible. Esto visto desde el punto de vista del ser.
Ahora, visto desde quien conoce, se dice que estar en la verdad es adecuar la inteligencia (del sujeto que conoce) al ser (que es conocido). Y aquí comenzamos con los problemas, porque esta inteligencia no anda suelta por la calle. Está en un sujeto concreto, con voluntad, con pasiones, con un cuerpo concreto. Para que este sujeto pueda conocer la verdad de las cosas se requieren algunos presupuestos: dejemos de lado los sentidos corporales suponiendo que funcionan correctamente, se requiere primero, ver al ser desinteresadamente (indiferencia diría San Ignacio), sin egoísmos, y después hay que aceptarlas sin cobardías.
Cuando el hombre pregunta, Dios responde. ¿Qué responde? La verdad. ¿A quién? A quien pregunta desinteresadamente, sin egoísmos y sin cobardía. ¿Cómo responde? Por medio de libros humanos, de la Escritura, del consejo de un amigo, en la Oración, en la Eucaristía, en fin, como Él considere oportuno. Si un científico se pregunta sobre una verdad, si sigue el método de su ciencia y si está libre de las ataduras mencionadas, Dios responde. Porque quien busca la verdad, busca (aún sin saberlo) a Dios. Porque Él es la Verdad.
Ahora, visto desde quien conoce, se dice que estar en la verdad es adecuar la inteligencia (del sujeto que conoce) al ser (que es conocido). Y aquí comenzamos con los problemas, porque esta inteligencia no anda suelta por la calle. Está en un sujeto concreto, con voluntad, con pasiones, con un cuerpo concreto. Para que este sujeto pueda conocer la verdad de las cosas se requieren algunos presupuestos: dejemos de lado los sentidos corporales suponiendo que funcionan correctamente, se requiere primero, ver al ser desinteresadamente (indiferencia diría San Ignacio), sin egoísmos, y después hay que aceptarlas sin cobardías.
Cuando el hombre pregunta, Dios responde. ¿Qué responde? La verdad. ¿A quién? A quien pregunta desinteresadamente, sin egoísmos y sin cobardía. ¿Cómo responde? Por medio de libros humanos, de la Escritura, del consejo de un amigo, en la Oración, en la Eucaristía, en fin, como Él considere oportuno. Si un científico se pregunta sobre una verdad, si sigue el método de su ciencia y si está libre de las ataduras mencionadas, Dios responde. Porque quien busca la verdad, busca (aún sin saberlo) a Dios. Porque Él es la Verdad.
Señor, que nunca te pregunte ¿Qué es la verdad? Mirándote a la cara como Pilato. Ayúdame, mas bien, a decir con la Samaritana: “Señor, dame de esa agua para que no tenga más sed”.
2 Comments:
Muy interesante post.
Me parece que has utilizado la estrategia de "no generar muchas expectativas" (es una forma de decir, no digo que lo hayas hecho adrede). Has dicho que no habría nada bueno en el blog y resultó todo lo contario.
Saludos.
Muchas gracias Juan Ignacio.
Quizás tengas razón, inconcientemente debo tener muchas espectativas en el blog pero las disimulo para que no me duela tanto el tortazo, si no llego a estar a la altura.
Gracias por el ánimo que me dás y espero "estar a la altura" como digo.
Saludos
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