Otro Cristo
Recién llego de Misa. No fui a mi Parroquia, (única del Pueblo), sino a la de un Pueblo cercano. Unos 40 km de casa.
Estaba rezando después de confesarme, antes de Misa. En eso, siento que me tocan el hombro. No fue un golpecito, de esos que te dan quienes no te conocen, para llamar tu atención. Fue una mano amigable de las que te toman el hombro y lo frotan. La mano de un amigo.
Me sorprendió. ¿Quién podía saludarme de ese modo en un lugar donde nadie me conoce? Mientras intentaba responderme esta pregunta giré la cabeza y me encontré con un muchacho de unos treinta años con síndrome de Down que me sonreía y me saludaba.
Otro Cristo, pensé yo. Otro de tantos Cristos que andan por el mundo, vestidos de pobre, de enfermo, de abandonado.
Me vino una sonrisa a la cara que me duró toda la Misa.
Pero éste era diferente. Siempre fueron los que piden y los que sufren, los que motivaron en mí esta reflexión. Este Cristo no sufría ni pedía nada. Simplemente me saludaba afectuosamente y me sonreía. Me recibía en su Casa.
Se sentó en el primer banco y no llamó más mi atención hasta el saludo de la Paz. Ahí se levantó y saludó a todo el mundo. Hubo que esperarlo a que terminara. El Sacerdote también esperó pacientemente hasta que el joven volvió a su lugar.
Así que, amigos míos, hoy estuve en Misa con Cristo.
Si, ya sé, no me digan nada. Ustedes también. De acuerdo. No lo niego.
Pasa que animalitos como yo necesitan tratamiento especial. Y parece que Dios está aplicando conmigo la última tecnología en tratamiento del alma. No duele y me hace sonreír.
A partir de ahora voy a mirar con más detenimiento a los que me rodean. Quizás la mía pueda ser la próxima mano que tome un hombro inadvertido. Quizás pueda trasmitir la misma confianza en el único pobre que enriquece, el único enfermo que cura y el único abandonado que acompaña.